10 ene 2017

Las subastas: ¿una declaración de guerra contra la democratización de la energía?

El día siguiente de los Santos Inocentes, el gobierno del reino de España, a través del recientemente remodelado y flamante Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, anunciaba que había remitido a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) una propuesta de normativa para poder incorporar al sistema eléctrico nueva energía renovable mediante un mecanismo de subastas competitivas. El gobierno prevé la introducción de 3.000 MW de energía renovable mediante este mecanismo, que califica de tecnológicamente neutral. 
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Desde finales de los años 90, la Comisión Europea ha manifestado reiteradamente su creciente hostilidad a las políticas Feed-in-Tariff - FIT que tan buenos resultados han tenido en todos los lugares donde se han llevado a cabo para acelerar la transición hacia el 100% de energía renovable y que han permitido la entrada de nuevos actores en los mercados de la energía. Y no solo eso, sino que las políticas FIT han hecho posible un rápido despliegue de las renovables, con la consiguiente oposición de los actores energéticos convencionales (los antiguos monopolios, hoy reconvertidos en oligopolios). Mediante este gran y rápido despliegue, se ha posibilitado el desarrollo de nuevas industrias de equipos, la innovación tecnológica se ha disparado y las grandes empresas energéticas se han visto forzadas a tratar equitativamente a los nuevos entrantes en un negocio (el de la energía) que ellas creían, y algunos aún creen, que es suyo y únicamente suyo.

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La energía, desde el momento en que deja de ser un bien común, y como tal al alcance de todo el mundo, y pasa a ser una mercancía, se convierte en un mecanismo de extracción de riqueza, tanto de territorios como de sociedades humanas, y de apropiación, en manos de minorías, de la riqueza generada, creando relaciones de poder (dominio sobre sociedades y sistemas naturales), desigualdad (acceso a la energía, pobreza energética), injusticia (expolio de territorios), etc.

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Hoy, con las tecnologías renovables, se ha abierto la puerta a modificar la situación heredada del siglo XX. Y ello es posible mediante la democratización de la energía, ejerciendo la democracia en el campo de la energía. Hoy ya es posible que las personas procedan a la apropiación social de las tecnologías que permiten la captación, transformación y uso de la energía que contienen los flujos biosféricos y litosféricos. Pero ¿estarán las sociedades humanas actuales a la altura del reto que tienen ante sí?

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Estoy convencido que las subastas, por más que las califiquen como ‘competitivas’ y tecnológicamente ‘neutrales’, nunca nos ayudaran a abrir la puerta de la democracia energética en nuestro país, más bien la impedirán.